San Lorenzo está pasando por una actualidad altamente preocupante. Con ribetes similares a lo que sucedió en el club en 1981 y 2012. En el primer caso, finalizando con el irremediable descenso tras un proceso de desgaste y en el segundo, jugando la promoción para evitar hacerlo. La realidad no solo golpea al equipo en la cancha, en donde el Ciclón lleva cuatro derrotas al hilo sin marcar goles, sino que también al club en lo institucional y económico-financiero.
En este contexto, la salida de los hermano Romero en libertad de acción no es más que una cuenta más en el collar de desatinos que la dirigencia viene cometiendo. En las últimas horas se supo que San Lorenzo les pagará a los paraguayos el millón de dólares que se les debe en diez cuotas, a saldar durante el año 2022. Mientras que ellos rescinden el contrato que los ligaba un año más a la institución.
De esa manera el club pierde parte de su patrimonio, ya que por la llegada de Angel y Oscar la tesorería se comprometió a pagarles dos palos verdes a cada uno por el 80% de los pases. A ese dinero, además, hay que sumarles los sueldos que los mellis alcanzaron a cobrar. O sea, que pese al dinero invertido en ellos, los hermanos se van sin dejarle un dólar al CASLA
¿Eso es culpa de ellos? No, claro. Más bien de los dirigentes que les firmaron sus contratos a dólar libre y aquellos que, posteriormente, acordaron la salida de ambos en las condiciones dichas con anterioridad. Mientras tanto, la credibilidad de la actual comisión directiva ya está por el piso y el clima político interno comenzó a entrar en estado de ebullición. La preocupación, sin dudas, pasa en saber cuando explotará.
