La final, más que un cuento, fue una película de suspenso. Porque el Ciclón traía el 3-2 a favor en la ida, pero al minuto de juego Brizuela le daba el empate en el global a La Ñata. Había que remar desde abajo, pero San Lorenzo bien lo sabía: poco a poco, el Ciclón empezó a meter al rival cada vez más en su propio arco.
El desahogo tardaría en llegar: a los 9 minutos del segundo tiempo, Rodríguez se escapó por la izquierda, cedió el buscapié para Quintairos que apareció solo por el medio y decretó el empate del encuentro. Boedo desató la locura. La hinchada alentó desde la tribuna con los cantos de siempre.
Y en la última jugada del partido Stazzone, quien sino el capitán y cuervo de alma, robó una pelota cuando Villa La Ñata tenía arquero-jugador y se escapó, en soledad, para poner el 2-1 ganador. Y a festejar a lo loco.