Por JORGE MUSCIO
El fútbol le dará el domingo a San Lorenzo la última chance
de conseguir, en el mejor de los casos, un lugar en la promoción para revalidar
posteriormente su permanencia en Primera división. Aunque, esta vez, sin depender
ùnicamente de su resultado. Después de malgastar varias fichas, el equipo
azulgrana pondrá en la mesa la que le queda en el fondo del bolsillo para
jugarla ante San Martín de San Juan y esperar los finales de Banfield y
Atlético Rafaela. Así que la definición será al instante, y a puro nerviosismo.
De acuerdo a la combinación de resultados que se dé, puede
ocurrir que San Lorenzo quede directamente en promoción, que tenga que
desempatar con el Taladro un puesto en la reclasificación o con alguno de ambos
para determinar quien desciende y quien disputará el repechaje o lo que ningún
sanlorencista desea, que es descender. De acuerdo a como se le vienen dando las
cosas, no será fácil que el Ciclón salga de esta delicada situación con vida.
Claro que no es imposible, tampoco, basta con recordar de
que forma se consagró San Lorenzo campeón en el Clausura `95 en Rosario,
llegando a la última fecha un punto debajo de Gimnasia. Pero el principal
problema pasa por el rendimiento del equipo y el flojísimo desempeño individual
de la mayoría de sus jugadores que, evidentemente, no asumen un mayor
compromiso ni están a la altura de lo que precisa Caruso Lombardi para sacarlo
adelante.
El panorama no es alentador para los cuervos. Por eso, si
les toca lo peor que los más jóvenes imiten a sus padres y abuelos que en 1981
con dolor y lágrimas asumieron el descenso con dignidad, con la frente en alto
y sin causar actos de violencia, porque en eso también radica la grandeza de un
club. Después vendrán los días de justicia para castigar institucionalmente a
los culpables de esta decadencia deportiva y social en la que está inmerso San
Lorenzo. Pero, por ahora, cuervos a no perder la esperanza.